San José de la Mariquina es muchas cosas, menos un destino imperdible si viajas al sur de Chile. O eso es lo que creías…Si sigues leyendo intentaré demostrarte por qué vale la pena desviarse y conocerlo.
Es un pequeño poblado de la Región de los Ríos en el sur de Chile, administrativamente hablando es la capital de la comuna de Mariquina, y está situada junto al Río Cruces, el mismo que kilómetros más hacia la costa, casi llegando al sector Torobayo, le entrega sus aguas al río Valdivia. Su nombre proviene de la voz huilliche Maricünga que significa Mari= diez y cünga= familia.
Es de esos puntos que se pierden en el mapa entre ciudades grandes como Valdivia o Temuco. Un lugar que ni es de paso, porque requiere desviarse de la ruta principal, ya sea la Ruta 5 sur / Panamericana, o la 202 (SJM en el mapa), ni es para obligarse a estar (como asentamientos mineros, por ejemplo).
Nada de eso es San José de la Mariquina Link a web Municipalidad Mariquina y, sin embargo, tras haber pasado allí todo un día sábado de verano, les puedo decir que hay varias razones para visitarlo con ganas, y sobre todo, con calma, sabor y sosiego.
Razón 1: Sanatorio Santa Elisa Web Sanatorio
Parece detenido en el tiempo de decenas de años atrás. Pero no nos confundamos, está funcionando e impecablemente, desde que se abrió en 1932.
Hoy en día, época en que estamos llenos palabras finas como fitness, spa, wellness y terapias de todo tipo, entrar a un sanatorio que es regentado por la Diócesis de Villarrica, que hasta tiene una capilla en su interior y que sigue teniendo una misión «religiosa» en el sentido más cariñoso del término, es como volver atrás, muy atrás en el tiempo. Y se agradece, sea una creyente devota o sólo buscadora de placeres terrenales curativos.
Al entrar sorprende la pulcritud de sus instalaciones: corredores, paredes de madera blancas o color verde turquesa, dos salones para ver televisión o leer, todo en medio de un decorado muy utilitario y unos jardines – que adivinamos por sus ventanales – de ensueño. Parece que estamos solos, que no hubiese nadie más, pero sí hay. En el almuerzo, servido religiosamente a las 12 del mediodía, se pueden ver las caras de los huéspedes. Hay mucha gente de la tercera edad, pero no por eso dejan de haber parejas más jóvenes. El menú es sanador pero no por eso aburrido. El sábado 13 de febrero, por ejemplo, había una sopa con base de avena (siempre hay una sopa, me cuentan desde la cocina); luego pollo a la cacerola con puré, una ensalada de arvejas frescas y, de postre, compota de manzanas con un chorrito de crema. Además, infusiones o té a gusto. Como extra, yo pedí probar una miel que, me soplaban unos amigos, ponen siempre al desayuno y que estaba realmente de vicio.
Volvamos al relato. El líquido en el Santa Elisa es primordial pues la base de creación de este enclave mitad religioso-mitad restaurador fue realizar la terapia Kneipp a sacerdotes y misioneros extranjeros que necesitaban recuperar fuerzas; y estaba basado en la importancia del agua, o lo que hoy llamaríamos hidroterapias, algo muy innovador si pensamos en los primeros años del siglo XX. A poco andar, el sanatorio se abrió a la atención de la comunidad y fue cobrando prestigio por las evidencias curativas. Hasta hoy, me cuenta Verónica Retamal, que trabaja aquí y se encarga de las infusiones de hierbas que se dan durante todo el día, llega gente con artritis severa, que apenas puede abrir las manos, y tras 5 días se van saludando con sus manos abiertas. Claro que el efecto es de unos cuantos meses, pero hay mejoras. Verónica, quien lleva aquí 18 años y vive en San José de la Mariquina, también adora las plantas, y está tratando de recuperar los jardines de hierbas donde antes se abastecían de poleo, hinojo, pensamientos, comino alemán, orégano, hojas de abedul, romero, menta, salvia y un sinfín de hierbas que hoy deben comprar. Se ve que hay mucho por hacer, pero que también se hace mucho. Hay piscina temperada, baños de parafina para rostro, manos; hay masajes, cajones de vapor, terapias como reiki, biomagnetismo, programa parálisis facial, limpieza de cutis profunda, en fin, el agua manifestando su poder curativo en todo su esplendor. Claro que, según me cuentan, antes era mucho más estricto pero los primeros terapeutas, venidos de Alemania, murieron y pocos siguieron la tradición. Sí nos enteramos que, por ejemplo, no da lo mismo qué parte del cuerpo entra en contacto con el agua de la ducha…que debe ser el derecho y subiendo desde los pies…y así, la terapia podría ser más o menos estricta.
Si va a alojarse, no se preocupe de que las habitaciones sean con baño compartido pues en realidad sólo los WC están afuera de las habitaciones pero como el lugar es tan espacioso, nunca ve a nadie que le quite tiempo a la hora de ir al baño. Hay habitaciones single, hasta cuádruples. Y también pueden ir con niños.
El Sanatorio es un remanso de paz que no sabía que existía en San José de la Mariquina. Les juro que 1 hora recorriendo sus jardines, recolectando algunas hierbas y solo dejándome llevar por el perfume de las plantas, me relajaron. A eso le agrego los casi 2 litros de agua de hierbas que me fui tomando en diversos puntos de la casona y definitivamente, puedo decirles que es un lugar de vida que recomiendo visitar y disfrutar.
Razón 2: Tienda de Artesanías Mari Quina
Casi al frente del Sanatorio Santa Elisa – Calle Gustavo Exss – se encontrará con la única, y la mejor, tienda de artesanías del pueblo. Miren que he visto muchas tiendas de artesanías en Chile y puedo decirles jurando ante notario, que Mari Quina es de las mejores por diversidad, calidad y representatividad de lo que se vende. Se agradece el esfuerzo de Maricel Poblete quien, en su propia casa, montó la acogedora tienda en diciembre del 2013.
Encontrarán desde aros a 2 mil pesos, mitones de fieltro a 6 mil pesos, cuellos de fieltro espectaculares desde 12 mil pesos, tallados en madera, trabajos de cestería en boqui (planta natural de los ríos de la zona), en ñocha, chaleco, cuellos, mantas y gorros de lana de oveja de teñidos naturales, telares y hasta cremas, café de cebada, tés de la marca valdiviana Sensorial, etc, etc.
También ofrece trufas de chocolates y unos mazapanes, ayayay!! De los mejores (los de envoltorio color dorado con pintas).
Tiene Redcompra. Horario: 12 a 20 hrs. (Igual toque el timbre). No deje de ir y apreciar lo que hacen los artesanos de la región.
Razón 3: Pastelería Carlita
No hay ciudad ni pueblo que se precie en el sur de Chile que, rogando siempre, no tenga su buena pastelería de raíz alemana. Pero digo rogando porque lo que era obvio hace años, hoy no siempre lo es. Gracias a Dios que en SJM está Carlita, en calle Mariquina 1215.
Debo decir que si no es por Ma Soledad, de la cervecería Silmor, jamás hubiese llegado a este punto dulce. El lugar, por fuera, dice poco. Lo que muestra por fuera son fotos de tortas vivamente decoradas para cumpleaños infantiles y un «Mote con huesillo» escrito en tiza sobre el vidrio. Pero hay que entrar , sentarse en una de sus mesas y probarlo todo.
Si va con suerte, quedarán berlines, queques, torta de nueces, y sobre todo los kuchenes de arándanos o de frambuesas, de esos típicos del sur en los que la masa es gruesa, no una galleta, y la fruta moja un poco ese bizcocho.
También hay unas canastas de masa de hoja con manjar y crema, que demuestran la buena mano de su joven dueña, quien es oriunda de Santiago, se formó en esos talleres de pastelería que organizaba la Municipalidad de Santiago, trabajó en la Pastelería Lorena (que le hacía las tortas al ochentero Sábados Gigantes) y se vino con su marido – también pastelero – al sur.
Razón 4: Cervecería Artesanal Silmor
Patricio Silva lo hizo. Para mí, la mejor cerveza del tipo wit beer (o sea, de trigo) que se hace en Chile. Su marca es parte de su apellido: Silmor y viene con todo este año 2016. Además de su ya amplia variedad de cervezas, de que hasta su hija adolescente Sara está comprometida en esta pasión al punto que es ella quien nos hace el «tour», hay varias razones para encantarse con Silmor.
Desde la Scotish Ale hasta la rubia, valoré el pasteurizado que Patricio hace y que muy pocas o ninguna que venda masivamente su cerveza artesanal, hace.
Además, trae maltas alemanas que ni los alemanes que lo han visitado conocían y que son de alta calidad. Estas maltas, junto a las chilenas (que aportan el 30%) más su pasteurizado y la buena mano, le dan un sitial de honor dentro y fuera de San José de la Mariquina.
Para visitarlos sólo llegue a calle Mariquina 045, verá su letrero y ya llegó. Si no, llame antes al celular 09 9428 3811 Lo antenderá su esposa Ma Soledad, su hija Sara o el mismo Patricio. Además, a fines de marzo aprontan la inauguración de un Beer garden, nueva cámara de frío y seguirán creciendo para que nosotros, turistas golosos, podamos gozar en un futuro cercano, de piscina, árboles frutales, acceso al río y, claro, todo con una refrescante cervecita entre manos. ¡Salud!
Razón 5: Pasear por la ribera del río Cruces
Cuando ya la tarde no le dé para más, quizás con un trozo de kuchen de arándanos de la Carlita y una cerveza Silmor de compañera, podría ser buena idea ir a la ribera del Río Cruces y dejarse llevar por pensamientos tranquilos. Pocas personas saben que el mismo río que pasa por Isla Teja, que a pocos metros se pierde en el río Valdivia y que tiene otras caras más pueblerinas y cercanas como las que muestra en San José.
Nos vemos en un próximo destino sureño. ¡Cuídense, pero disfrutando siempre!
MEG