El no poder olvidar es mi gran tesoro y mi refugio en tiempos de pandemia.
La pausa, el miedo, la falta de abrazos o de siquiera un topón en el pasillo parecen ser los únicos ganadores del #Covid19. Pero yo juego a ganadora. Como diría Sinatra, a mi manera. Yo me quedo pegada en el acto – muchas veces involuntario – de recordar y hacer memoria.
Y, entonces, qué es lo que no se me olvida? O dicho de otra forma, ¿Qué es lo que se me olvida, pero no debiera olvidar porque regresará de alguna forma, a mi tiempo? Hay cosas que ya tengo claras.
Aquí comparto una lista, solo por ordenarme.
- Que cada objeto a mi alrededor me lleva directamente a una persona querida, un momento, un lugar e incluso un sentimiento. Me analizo y me entretiene chequear cómo hay recuerdos desde la ropa que visto hasta el cuchillo que corta una manzana.
- Que me encantan los abrazos. Los apretados y los reposados.
- Que no me lavo las manos tan seguido como debiera.
- Que tengo exquisitos jabones artesanales y que la mayoría han sido regalos de viajes y de personas que se nota que me conocen. Y eso me encanta aún más.
- Que de hambre, no me moriré.
- Que para tener vecinos, hay que tocar el timbre o hay que tener la necesidad y pedir favores. Es que los vecinos no llegan solos.
- Que ya no necesito pintarme los labios, pero sí los ojos. (Mascarilla mediante).
- Que mi fascinación por la práctica de yoga es infinita, pero que está en mí alimentarla.
- Que tengo fuerza de voluntad.
- Que la música de The Cure es maravillosa para andar en bicicleta y que no sé por qué nunca antes los valoré. Su canción The Forest trasciende lo sensible.The Cure A forest
- Que me gustan las listas: desde anotarme tareas hasta desechar los Post It de aquello que ya cumplí.
- Que andar en bicicleta con pequeño bolso en las espaldas, te confunde con los que, al parecer, son los únicos seres humanos que hoy andan en bicicleta: los repartidores de comida a domicilio.
- Que las mascarillas reflejan tu personalidad.
- Que en lugar de ponerme audífonos en la calle, tengo que aprovechar el silencio imperante en la ciudad. (¿No me quejé yo tanto del ruido y zumbido permanente cuando estaba en Asia?).
- Que las ganas de viajar no se me quitan, es un vicio incurable.
- Y…
- Que no sé a qué país regresé.