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¡Runrún! Mi primera vez en Museo Violeta Parra

Oct 14, 2015

Violeta Parra es la autora de Gracias a la vida y de Volver a los 17. La hermana de Nicanor Parra y del Tío Lalo. La misma cantante y compositora chilena que se suicidó en su carpa de La Reina, y que hoy renace en su propio museo en Santiago de Chile.

 

«Amiga soy del ruiseñor
relámpago de la luna
con toda su donosura
alumbra la mar furiosa
y amiga de las frondosas oscuridades nocturnas».

(Extracto Virtud de los elementos, Cancionero Violeta Parra)

Ya es una realidad: el 6 de octubre del 2015 se abrió el Museo Violeta Parra. Referencias más o menos, hace mucho rato que se esperaba un museo con su nombre y aquí están los 1300 metros cuadrados diseñados por Cristián Undurraga, reuniendo parte de la colección de la Fundación Violeta Parra.

Hecho de concreto por fuera pero de arpilleras, notas musicales y memoria campesina por dentro, viene a completar lo que podríamos pensar como un circuito cultural que sube desde el Centro Cultural La Moneda, la Biblioteca Nacional, pasando por el MAC y Bellas Artes, el MAVI, GAM y culminando en el Museo de Violeta Parra a la altura de Metro Baquedano.

Abrió el martes 6 de octubre del año pasado, yo fui el 7 y estaba lleno. ¿Qué encontré? Público diverso: grupos de amigas, mamá con sus dos hijas; parejas de adolescentes, estudiantes y algunos turistas.

¿Y de Violeta?

Quizás deba bajar las (mis) expectativas porque me esperaba decenas de salas llenas de arpilleras, de cancioneros, de tejidos, óleos, testimonios…quería entrar con alma inquieta en el mundo de esa Violeta que cantaba, componía, recolectaba, cosía, bordaba, pintaba e intentaba hacer gestión cultural en espacios nuevos. Quería, si existe, seguir la pista del mapa de recorridos que Violeta debió haber hecho por las cuestas y campos chilenos buscando letras, décimas y canciones. Quería algo de polvo y tierra. Como la tierra que, adivino, tiene que haber acarreado ella misma desde que salió de Chile en 1961 rumbo a la pampa argentina y luego al Louvre, donde fue la primera latinoamericana en exponer en el Pavillon Marsan de Artes Decorativas del Museo del Louvre.

¿Qué nos espera?

De la colección total recuperada hasta la fecha, que son 48 obras, veremos 23 divididas entre «lo humano» y «lo divino». En este primer mundo se muestran sus arpilleras que son un acierto porque son obras sugerentes, algunas más críticas y otras más hermosas, pero todas tratan sus temas recurrentes. Yo tengo mis favoritas como «El árbol de la vida» (en la sala de abajo), Thiago de Melo y El Circo (arriba), hechas entre 1960 y 1962. También aplaudo que se muestren porque son también bastante desconocidas entre el público general. Yo ya había ido varias veces al Espacio Violeta del CCPLM y hasta me encontré una arpillera en el Museo de Artesanías de Lolol en Colchagua, y tengo muy buenos recuerdos del impacto que me causaron porque no conocía esa maestria de Violeta. El día de mi visita al museo me encontré con una joven bibliotecóloga de Puerto Montt que llegó a llorar al descubrirlas. Si este museo es capaz de causar este efecto, yo no puedo más que aplaudir.

¿Y si nunca escuché hablar de Violeta Parra?

Sé que el museo va a crecer en colecciones porque ya están apareciendo óleos y cartas que permanecían en colecciones privadas o en cajones de la abuelita. Pero de todas maneras tengo mis reparos. Para alguien que nunca escuchó hablar de Violeta, el museo resulta poco efectivo y poco comunicativo. El extranjero quizás quede con curiosidad de saber más, buen punto, pero creo que el museo debería ser más explícito en contar la extensa obra de esta mujer. No pido que esté cada guitarra, ni cada zapato de Violeta, pero sí menos líneas o estrofas sueltas. Ya el mundo está suficientemente fragmentado, vivimos ajustándonos de alguna manera a los 140 caracteres y no creo que un museo deba seguir esa línea. No se trata tampoco de llenarnos de paneles informativos en letra tamaño 10, pero mejorar la señalética, ayudaría bastante, y disponer recursos más «didácticos», tactiles y sensoriales, ayudaría. En ese sentido, creo que es un museo del siglo XX, no del xxi. Esto me vale para extranjeros y para quienes somos chilenos, que hemos crecido con su leyenda. Sea cierta o no la leyenda, seamos feministas o no, de derecha o izquierda, eso no lo discutiré ahora porque creo que su obra puede verse y escucharse desde muchos ámbitos y he ahí su riqueza.

Café Runrún

Vista bandeja café con patio interiorIMG_3017Café Run Run Museo

El recorrido al museo tiene forma circular y termina en un rincón de árboles sonoros a los que les recomiendo acercarse y poner sus oídos…el resto es un pequeño viaje musical. Hermoso pero con gusto a poco.

Junto a los troncos se ubica el Café Runrún que funciona en la planta baja del museo. Bandejas ubicadas en el ventanal con vista a un jardín japonés interior, mesas grandes o pequeños livings, agua servida en potes de cerámica de Pomaire, centro tejidos de crochet; buen café, buenos precios y excelente pie de limón y torta de hojarasca con manjar/nuez (de Madame Bovary) completan la visita.

La primera de muchas visitas porque así como en el museo dicen que no quieren «intelectualizar» la obra de Violeta Parra, así mismo se impone ir y volver a ir varias veces a este lugar. He sido crítica en algunos comentarios, pero también he intentado describir lo que hay, sin matar la magia que debería dejarlos con ganas de ir y de volver a ir. No sé si volver a «los 17» o seguir el «runrún» que se «fue p’al norte», pero al menos hacernos amiga de esta arpa cantora «amiga del solitario lucero de la mañana y de la brisa temprana.»

Ficha técnica:

Dirección: Vicuña Mackenna 37. Santiago.

Metro Baquedano. Línea 1.

Horario: Martes a  viernes: 9:30 a 18:00hrs. Sábado y domingo: 10:00 a 18:00 hrs.

Gratuito solo para estudiantes.

Web www.museovioletaparra.cl