Hoy es un día de confesiones. Quizás sea porque se nos acerca el 1º de noviembre, Día de los Muertos, o porque el fin de semana llama a la revisión.
La P de pasos
Y así, revisando fotos de viajes, me he dado cuenta de que suelo tomar fotos de mis zapatos…pies…o mejor digamos de mis pasos. Son huellas, son testimonios y no sé por qué ahora que las reviso siento una plenitud en todas ellas, como si no hubiese estado sola, si no siempre acompañada. Suelo viajar mucho sola, aunque vaya a encontrarme con amigos o haga amigos en el camino, pero este sentimiento que les intento transmitir es otra cosa. Surgió y es hermoso. No se viaja sola, ese es mi mensaje, se viaja con una mezcla extraña de conciencia e inconciencia, de sueños en las nubes y de pies en la tierra, se viaja tomando unos caminos y dejando otros. Selección simple y compleja a la vez.
La P de poesía
Y porque, como ya decía en el título, los pasos llevan la «p» de poesía, quiero compartir al poeta griego Kavafis, al que leí fervientemente en mis años en la universidad, al que releo de vez en cuando y que recién ahora me doy cuenta de que es un gran poeta-viajero-movedizo de palabras. Su poema más conocido es Ítaca. Pequeña isla griega en el Mar Jónico. Pero es sobre todo la patria del rey Ulises y de la reina Penélope, la historia que narra Homero en la Odisea, y que tuvo a Ulises viajando por el Mediterráneo 20 años, antes de regresar a su casa.
La Itaca de Kavafis no es la isla, no es siquiera el territorio, es el viaje. Tampoco es el tiempo que transcurre mientras viajamos, es lo que nos pasa mientras lo hacemos. Es, en pocas palabras, Itaca es el camino, es nuestra vida.
He aquí el poema: Ítaca
«Cuando salgas en el viaje, hacia Ítaca
desea que el camino sea largo,
pleno de aventuras, pleno de conocimientos.
A los Lestrigones y a los Cíclopes,
al irritado Poseidón no temas,
tales cosas en tu ruta nunca hallarás,
si elevado se mantiene tu pensamiento, si una selecta
emoción tu espíritu y tu cuerpo embarga.
A los Lestrigones y a los Cíclopes,
y al feroz Poseidón no encontrarás,
si dentro de tu alma no los llevas,
si tu alma no los yergue delante de ti.
Desea que el camino sea largo.
Que sean muchas las mañanas estivales
en que con cuánta dicha, con cuánta alegría
entres a puertos nunca vistos:
detente en mercados fenicios,
y adquiere las bellas mercancías,
ámbares y ébanos, marfiles y corales,
y perfumes voluptuosos de toda clase,
cuanto más abundantes puedas perfumes voluptuosos;
anda a muchas ciudades Egipcias
a aprender y aprender de los sabios.
Siempre en tu pensamiento ten a Ítaca.
Llegar hasta allí es tu destino.
Pero no apures tu viaje en absoluto.
Mejor que muchos años dure:
y viejo ya ancles en la isla,
rico con cuanto ganaste en el camino,
sin esperar que riquezas te dé Ítaca.
Ítaca te dio el bello viaje.
Sin ella no hubieras salido al camino.
Otras cosas no tiene ya que darte.
Y si pobre la encuentras, Ítaca no te ha engañado.
Sabio así como llegaste a ser, con experiencia tanta,
ya habrás comprendido las Ítacas qué es lo que significan.»