Tenía que ir. Después de todo la curiosidad es la fuente vital de todo viajero. Y fui, nada más y nada menos que un Viernes Santo. Vaya día que se me ocurrió subir a estas alturas ya que, lejos de lo que yo imaginaba, parecía que medio Santiago estaba allí.
La expectativa era alta pues se trata del primer templo baha’i abierto en Chile, el séptimo a nivel continental y eso que, como lo averigüé después, su edificación estaba en «planes» desde 1953. Dicen que se demoraron tantas décadas en concretarlo pues para los baha’ís «no hay prisa». En la religión baha’í – nacida en Irán en el siglo 19 – tampoco hay dogmas, ni ritos, ni sacerdotes, sin embargo, tiene un orden administrativo revelado por el fundador Bahá’u’lláh o Abdul Baha y que se conoce como la Casa Universal de la Justicia. Su mensaje principal se basa en que la raza humana es una sola y, por tanto, invita y promueve la unidad y la integración. Parte de lo que les cuento me lo «reveló» uno de los guías voluntarios del lugar, don Pancho Amenábar, que amablemente accedió a conversar conmigo cuando ya había hecho mi recorrido y estaba llena de dudas.
Volvamos al templo
Mi primera impresión del lugar es que de recogimiento tiene poco. O si lo quieres lograr, uuuuf, tienes que quedarte dentro del edificio por varios, varios minutos para entrar en algún nivel de introspección. Deben saber que dentro del templo no se pueden tomar fotos ni hacer grabaciones. Tampoco es necesario rezar, ni hay horarios de misas ni de ceremonias, pero si alguien desea expresar su fe o meditar, lo puede hacer. Vi a 3 amigas sentadas en el piso en una onda «meditación» y así, salvo la prohibición de cámaras, aquí prima la libertad y el respeto. Es un espacio para celebrar la luz, la unión, la hermandad y si uno así lo quiere, les confieso que se sale del interior con un estado de ánimo distinto a cómo se entró. De hecho, algo provoca que uno mire hacia arriba y, si lo hacen, verán unas palabras en árabe. Significan: «Oh, tú, gloria de las glorias».
En el exterior, la multitud impone los términos de la selfie. Digamos que el templo, o más formalmente llamada Casa de Adoración Baha’í de Sudamérica, se ha vuelto famosa no tanto por esta religión llegada a Chile en 1944, si no que se ha hecho conocida como el más reciente mirador – gratuito- de Santiago.
Quizás qué mecanismos inconscientes tenemos los santiaguinos – o los seres humanos en general – que buscamos mirar / mirarnos desde arriba. Vernos desde nuestra ausencia pero mirarnos también como espejo. En ese sentido, el Baha’í descubre el lado sureste de Santiago. Una vista que podríamos obtener con solo «subir al cerro», a cualquier cerro de la cordillera de Los Andes, sin necesidad de templos, ya que toda ella es una gran galería mirando al oeste, donde se pone nuestro sol, pero que no aprovechamos como debiéramos. Incluso tenemos el privilegio de poseer al menos 14 cerros-islas que tampoco apreciamos. El templo nos devuelve esta conciencia y por eso lo aplaudo. Pero la multitud sigue ahí y sigue sin gustarme tanta selfie, tanto ruido ni tanta gente. Según datos del 2017, recibe entre 3 mil y 4 mil visitas por día y en el marco del Festival Oh Santiago, llegó a recibir 6.800 personas. Impresionante.
La forma y el fondo
Esto ocurre porque aunque el templo está escondido en medio de cerros de la precordillera de Santiago, y en Peñalolén, una comuna del sur-este capitalino, se trata de una edificación imponente y particular, no hecha para pasar desapercibida. Su forma, antes que su religión, es lo que ha llamado la primera atención del público. Se levanta cual flor de 9 pétalos u hojas de vidrio fundido y mármol translúcido que ascienden a unos 30 metros de altura. Los arquitectos fueron Hariri Pontarini ( web), firma canadiense conformada por Siamak Hariri y David Pontarini y que, entre sus proyectos culturales, también se cuenta el Museo Real de Ontario – ROM. En Chile han tenido el privilegio de llegar con el que es el primer templo baha’í de Chile y el 7º del continente.
Además de la forma del templo, de la religión casi desconocida en Chile y de la mirada que da sobre el poniente santiaguino, otro motivo para ir al templo es su paisajismo. Hay mangueras de riego a la vista y por doquier, y ello quizás hace olvidar que se plantó flora nativa y que su autor, Juan Grimm, quiso reproducir lo mejor posible la flora endémica del lugar. En resumen, hay mucha gramínea, boldo, litre y espino. Ya crecerán y llenarán el espacio.
Mientras eso ocurre, me pregunto..¿.El templo Baha’í será una moda? ¿Seguirán subiendo hordas de «selfistas» dentro de 2 años? ¿Cuán largo es el brazo del visitante para seguir tomando foto tras foto, sin parar? La duda, como las religiones, solo sabe de preguntas. Vaya al templo, dése el momento del silencio o del paseo, apague el celular, apáguelo del todo y regálese la mejor selfie. La interior.
¿Cómo llegar?
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Diagonal Las Torres 2000. Peñalolén. Santiago de Chile.
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En Metro y micro: Tomar línea 4 dirección Plaza Puente Alto y bajar en Estación Grecia. Tomar cualquier micro que suba hasta el final de Av. Grecia. La referencia es la Universidad Adolfo Ibáñez, pero el acceso al Templo queda a mano izquierda, unos 150 metros de Av. Grecia hacia la cordillera. La subida es empinada, pero es un buen ejercicio del que también se obtienen vistas de Santiago.
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En auto: Si usa waze o cualquier app de direcciones, coloque UAI Peñalolén o Universidad Adolfo Ibáñez y el acceso al templo, como ya decía, se ubica antes de esta universidad.
Web: www.bahai.cl web
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Horarios:
- Martes a viernes: 15 a 19hrs.
- Sábados y domingos: 8 a 20hrs.
- Lunes cerrado.
* Visitas guiadas – previa cita: visitas@templo.bahai.cl o teléfono: +56 2 32209942.
A saber
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Acceso gratuito.
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Bicicletero disponible
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Baños
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Senderos
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Mesones para hacer un picoteo casual. No se permite comer fuera de esta zona.
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No se aceptan mascotas
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Se ruega cuidar la limpieza del lugar
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